jueves, 28 de abril de 2011

Marianela. Benito Pérez Galdós

              La protagonista de esta novelita casi no tiene nombre. Bueno, si tiene, unos cuantos pero ninguno concreto. Ella al menos no lo tiene claro. La pueden llamar Nela, Marianela, María o la hija de la Canela. Tampoco tiene familia realmente. Su madre, soltera, murió hace tiempo. Vive con una especie de familia de acogida para la que no significa mucho. Es prácticamente un objeto que reside con ellos. Un estorbo.  Además dicen de ella, para más inri, que no vale para nada. La Nela a sus dieciséis años tampoco ha sido premiada con el don de la belleza. Más bien todo lo contrario. Aunque esto último no parezca  demasiado importante comparado con las anteriores penalidades, finalmente resultará fundamental.
              Pero no todo es oscuro tirando a negro en la vida de la Nela. Todo lo contrario. Lo mejor de su existencia, la única razón para no arrojarse al abismo, es su labor de lazarillo. Acompaña a un ciego, hijo de una buena familia y además está enamorada de él. Y su amor parece mutuo.  Al ciego, además, esto le gusta mucho,  puede contarle todas las maravillas de la naturaleza que contrastan con las penalidades de su existencia.

El autor y un perro desconocido.
            Estamos en una localidad minera del norte de España (hay guindos, hayas y robles, dice el autor dando fe de ello) y a ella llega el hermano del  ingeniero de la explotación. Se trata de un doctor pionero en las operaciones de la vista. El invidente va a ser su próximo paciente y la Nela no puede más que estremecerse al saber que su amor recuperará la vista. Ella se sabe fea y teme lo peor.
          Bueno, con esta algo caótica introducción espero no haber destripado la novela.  Nada que no ponga en cualquier referencia sobre ella o  incluso en la contraportada.
          Dicen que Galdós tenía mucho cariño a esta novela. Escrita en 1878, sorprende a los que conocemos más la abundante obra ambientada en Madrid. Al parecer fue Valle Inclán el que le puso despectivamente el sobrenombre de "Benito el garbancero", haciendo  referencia, entre otras intenciones,  a que sus novelas retrataban casi en exceso el Madrid más castizo.

           Buscando en Internet he dado con algunas reseñas escritas por lectores anónimos, como yo. Una, concretamente esta, me llamó mucho la atención. Puede que no sea un compendio de heterodoxia gramatical, normal cuando se escriben las cosas a "vola pluma",  pero me gustó un montón el proceso que muestra del descubrimiento de su obra  y como le sorprende esa forma entre coloquial e ingenua en la que en ocasiones se dirige Galdós a sus lectores.
            En fin, una novela más de tantas que tiene "Benito el garbancero". Si contamos los 46 Episodios Nacionales la cifra es increíble. Modesta y sencilla se lee bien. Y mejor no volver a mirarla ya que te la relees de nuevo.

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