martes, 10 de mayo de 2011

Tiempo de silencio. Luís Martín Santos

           El que una novela esté ambientada en la ciudad de Madrid es un plus para mí. Tanto si retrata los tiempos actuales, como si habla de los pasados. Claro, uno lleva viviendo aquí toda la vida y todo suena cercano. También se aprenden cosas. Pero sobre todo a uno que le gusta caminar por la ciudad, la lectura de novelas con unos añitos,  le ayuda  imaginar aquellos viejos tiempos.
           La trama de Tiempo de Silencio, que a algunos también le puede sonar si han visto la película, nos presenta a un joven estudiante de medicina, una especie de becario, que se dedica a investigar el desarrollo de la enfermedad del cáncer, experimentando para ello con ratones. Estamos en Madrid, hacia el año 1960 aproximadamente, la novela se escribe en el presente, y nos encontramos con una ciudad pobre, retrasada,  donde prolifera la marginalidad que tiene su mayor representación en el mundo de las chabolas, mísero mundo donde  el joven proyecto de médico encuentra a su proveedor ratonil, tras haber agotado la rama mantenida en el laboratorio.
             Pedro, el investigador -estudiante, tiene su residencia en una casa de huéspedes en la zona de Antón Martín. Para la familia propietaria, un mujerío compuesto por  abuela, madre y  nieta, se trata de su mejor cliente. Prestigio para la pensión tener a gente respetable como el protagonista y sobre todo candidato deseado para integrarse en la familia. La nieta a sus escasos diecinueve años, es, a los ojos de la abuela, bastante alcahueta, la media naranja ideal para el médico.  El ambiente de la pensión nos retrata fantásticamente la sociedad de aquellos años, donde el problema de la vivienda era importante en una época de gran emigración del campo a la ciudad. Hasta ahora la trama habla de chabolas y pensiones. Para encontrar mejor alojamiento nos vamos al siguiente párrafo.
                Y es que otro personaje fundamental,  Matías, el amigo de nuestro estudiante de Medicina, nos introduce en el Madrid más elitista,  de la clase alta, un Madrid educado y con cierta riqueza. Una clase social que vive en mejores pisos y que puede proveer no solo de dinero si no de oficios necesarios, como un abogado,  cuando, por ejemplo, es el caso,  se tiene un problema con la justicia. Con Matías y Pedro el autor también nos hace darnos  una vuelta por el mundo de la noche. Los prostíbulos, parecen, a quien los puede pagar, y seguro que los había low cost, uno de los entretenimientos habituales de los jóvenes. Y por supuesto, como hoy, se bebe mucho. Curiosamente los protagonistas,  estudiantes, buscan alcohol barato y en cantidad. ¿Nos suena algo esto? Y el joven también puede amanecer con vomitona en la cama.
           Y para más similitudes con los tiempos actuales,  un prestamista amigo (o algo más) de la familia  propietaria de la pensión no puede si no sentir nostalgia de tiempos pasados. “Antes la palabra de alguien bastaba. Ahora todo da asco", (Coño, como a Mourinho)

         Tiempo de silencio recuerdo que la leí hace muchos años, obligado casi seguro por algún deber escolar. Y eso me resulta incomprensible, ya que no es, al menos alguna de sus partes, en absoluto fácil de leer. No, no es ningún best-seller histórico escrito por tertuliano-presentador.
          Inevitable terminar haciendo referencia al autor, Luis Martín Santos. Una trayectoria importante como escritor que desde luego le auguraba un gran futuro literario y tal vez político (formó parte de un clandestino PSOE), y que se truncó trágicamente por un accidente de tráfico. Y es que en el aspecto que nos ocupa ahora, el literario, lo cierto es que me ha sorprendido mucho su estilo dicen que innovador. Narración en primera persona combinada con otra más descriptiva, pero sobre todo ese lenguaje difícil, rebuscado, tal vez algo pedante, tal vez, seguro, algo experimental,  pero de un manejo del idioma fantástico, con un curioso uso de la sintaxis alargando las frases, enlazando presente y pasado y reflexionando sobre el ser humano, la historia o nuestro país. No es fácil de leer pero desde luego impresiona su habilidad.
         Y por último, y aquí va la despedida,  esto da para escribir pero mucho, resaltar que el libro sufrió el azote de  la censura. Publicada la novela con retraso y amputadas casi una docena de páginas, hay que esperar según nos cuentan los especialistas, hasta 1980 para que aparezca, con el autor fallecido hace mucho tiempo, la obra completa, sin cortes. No me extraña. Desde luego, la imagen del Madrid de la época, de la sociedad de su tiempo,  la imagen real por otra parte, debería  de incomodar al régimen. Por no hablar de algunas alusiones más o menos veladas a la situación política

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