martes, 27 de septiembre de 2011

El terror de 1824. Benito Pérez Galdós.

           Una soga en medio de un casi rojizo cielo en la portada de la edición de Alianza Editorial,  es a un rápido vistazo, el primer contacto que tenemos con este Episodio Nacional. Si a esto le unimos  lo lúgubre del título, estamos ante una lectura que promete ser de lo más siniestro.  Con esta presentación casi no sabemos si estamos ante una novela española del XIX o ante la Matanza de Tejas III.
         El terror de 1824 hace referencia a los meses inmediatamente posteriores al triunfo del absolutismo tras el periodo conocido como Trienio Liberal. La maquinaria  represiva del rey absoluto se pone en marcha. Su objetivo: no dejar títere con cabeza.  Donde pone títere entender liberal, simpatizante del liberalismo o familiar del simpatizante del liberalismo. En cambio, donde pone cabeza, seguir entendiendo cabeza. Aunque no debemos entender esto último de forma literal. Las cabezas en el ajusticiamiento no acababan separadas del cuerpo.  En España la guillotina es sustituida por la horca y posteriormente por el garrote vil.

        Viles eran desde luego también las personas que llevaban a cabo la represión Fernandosietista. Galdós nos retrata con su habitual maestría  a estos personajes aunque cuando nos los presenta de forma cercana, no deja de encontrar siempre algún rasgo humano. Desde luego, esto es destacable, en Galdos no existen los buenos y los malos, por lo menos de forma radical.
Fernando VII

         En cuanto a la trama, el libro comienza siguiendo los pasos de don Patricio Sarmiento. Aquel viejo profesor y confeso liberal, vaga por Madrid como alma en pena (y de pena) en busca de noticias acerca de su hijo Lucas, simpatizante liberal igualmente, y miembro de la  Milicia nacional y sobre el que confusas noticias acerca de una posible muerte han llegado a los oídos de su padre. Sarmiento, con tanto sufrimiento ha acabado por perder su cabeza o eso parece. El presente del anciano Patricio es sufrir el escarnio y maltrato  de los vencedores y también el del común del pueblo que se rie, disfrutando  de forma cruel, de su aparente locura. Pero afortunadamente nuestro protagonista  va a encontrar un alma caritativa que le cuide y le saque de su particular Via Crucis. Su salvadora será su vecina Solita,  a la que dejamos en el anterior Episodio  de camino a Valencia, engañada por la celosa Jenara. Sola, engañada y también a su manera humillada, se encuentra también sola, como su nombre indica, debido a su todavía cercana orfandad y  no encuentra mejor forma (grandeza se llama a esto) de transformar su dolor en amor y ayuda a los demás. Positivismo consciente lo podemos llamar . Nada mejor que exorcizar el odio con amor. Y nada mejor, pues, insisto, insiste el autor, que acoger al Sarmiento, que antes de su locura y movido por su fanatismo maltrató al padre de Solita, Gil de la Cuadra, negándole un vaso de agua cuando era detenido y maltratado por su condición de liberal. Así, pese al recelo de Sarmiento por su mala conciencia, tenemos a la joven cuidando del viejo.  Pero esta humana  y ejemplar convivencia, va a encontrarse con problemas, que no son otros que la incisiva represión del régimen. Éste, investiga, busca y detiene a todo sospechoso. Y desde luego el viejo y loco Sarmiento es objetivo lógico como confeso liberal. A partir de este punto los  acontecimientos se van sucediendo y sucediendo y nada más vamos a destripar.
         Tan solo destacar que considero que las ultimas 50 páginas son extraordinarias. La resolución del juicio al liberal Sarmiento, una especie de Quijote, es magnifica. Se lee de forma compulsiva; creo que estuve casi hora y media de una tacada leyendo hasta llegar a la resolución. Os lo recomiendo.

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